viernes, 9 de enero de 2015

YO SOY CHARLIE

O me gustaría serlo. Una entrada un poco larga hoy, creo que merece la pena.



CON ESTO DE LOS FANÁTICOS: UNA HISTORIA DEL ABUELO CEBOLLETA.


Hace ahora nueve años pasó algo con un periódico danés.
Al parecer habían publicado algunas caricaturas de Mahoma hechas por dibujantes locales. El follón que se armó fue tan descomunal que concitó la atención de los medios a nivel mundial. Manifestaciones multitudinarias, atentados, asesinatos. Me acuerdo de ver las imágenes por televisión como quién ve una película con un mal guión, con un sentimiento de irrealidad que se me ha quedado grabado.
Por entonces yo trabajaba en La Opinión de Tenerife. Hacía tiras de prensa y sí, caricaturas, entre otros trabajos. Aquellos días, en el punto álgido de la crisis me lo propusieron: “Una caricatura de Mahoma” para acompañar el texto de un periodista sobre el fanatismo de los extremistas. El texto no era problema, el problema claro, era la caricatura.
No la hice. Tuve miedo. Quizás la Opinión fuese un pequeño diario en unas perdidas islas del atlántico, en las que un zumbado iluminado jamás se fijaría, pero el Jyllands-Posten, el periódico danés que a su pesar lo desencadenó tampoco era el New York Times precisamente. Tuve miedo, la situación lo daba.
En mi descargo solo puedo decir que casi todos lo tuvimos. Nadie hizo nada, incluidos aquellos que iban de sobrados y de irreverentes. Los chicos malos se lo hicieron encima. Hay que entenderlos, somos humanos, tenemos familia y esas cosas ¡Y que coño, solo dibujamos, joer!  Incluso algunos imbéciles los justificaron. Incluso algún tonto del culo patrio salió en Turquía a pedir respeto por las creencias ajenas y blabliblu… por primera vez en su vida. Solo unos pocos, muy pocos ¡A nivel mundial! Dieron el paso.

Especialmente Charlie Hebdo.

Aquellos días pasaron como si tal cosa. No nos dimos cuenta de algo importantísimo, de una tragedia en la que curiosamente no reparamos. Habían ganado. Un triunfo total, sin precedentes.
Se nos había prohibido expresarnos y cumplíamos la prohibición. Se nos había ordenado no dibujar algo y asumíamos la orden. A nivel mundial. No de forma puntual, si no indefinida. Todos.
O casi.
Nunca me había pasado algo así. Esta prohibición no venía de algún artículo de nuestra refrendada Constitución, de nuestra legislación promulgada en las Cortes, en un país democrático (vale, los peros y todo eso, pero entendámonos…). Venía de lejos y no se apoyaba en razón alguna sino en el terror. Terror a nivel global.
Lo dejamos pasar porque dibujar al profeta realmente no ocupa por lo general las prioridades del ciudadano medio,  se puede vivir perfectamente sin hacerlo, algo así solo afecta a muy poca gente, y estos pueden dibujar otras muchas cosas. Y además no tocan las narices a terceros. Sobre todo si los terceros ponen unas bombas que flipas.
Quién me conoce sabe que tengo a gala no hacer este tipo de sátira, porque tocas probablemente los sentimientos más íntimos de una persona y porque jamás me he planteado una viñeta como un arma. Herir por herir, reírme del cabreo que te he provocado para reírme de tu cabreo…. Bueno, a veces sí. Pero poco.
Lo hagamos o no, eso lo tenemos prohibido y lo sabemos. Cumplimos la orden. Eso es lo grave.
No sabemos que prohibirán mañana. Contenidos en televisión, actos públicos, películas… Porque si no, nos matarán. Ese es el argumento. No importa el tiempo que pase o donde estés, te matarán.

Nos jugamos la Civilización.
Es la razón, la libertad y los derechos humanos contra el infierno. Así de claro. Es una guerra. Una guerra que no queremos ver.

Y las doce personas que murieron ayer por la libertad, los de Charlie Hebdo, son nuestros Héroes.

No hay que olvidarlos.

Y al combate