Se le va a uno la pelota y pasa lo que pasa.
martes, 27 de enero de 2015
viernes, 9 de enero de 2015
YO SOY CHARLIE
O me gustaría serlo. Una entrada un poco larga hoy, creo que merece la pena.
CON
ESTO DE LOS FANÁTICOS: UNA HISTORIA DEL ABUELO CEBOLLETA.
Hace
ahora nueve años pasó algo con un periódico danés.
Al
parecer habían publicado algunas caricaturas de Mahoma hechas por dibujantes
locales. El follón que se armó fue tan descomunal que concitó la atención de
los medios a nivel mundial. Manifestaciones multitudinarias, atentados,
asesinatos. Me acuerdo de ver las imágenes por televisión como quién ve una
película con un mal guión, con un sentimiento de irrealidad que se me ha
quedado grabado.
Por
entonces yo trabajaba en La
Opinión de Tenerife. Hacía tiras de prensa y sí, caricaturas,
entre otros trabajos. Aquellos días, en el punto álgido de la crisis me lo
propusieron: “Una caricatura de Mahoma” para acompañar el texto de un
periodista sobre el fanatismo de los extremistas. El texto no era problema, el
problema claro, era la caricatura.
No la
hice. Tuve miedo. Quizás la
Opinión fuese un pequeño diario en unas perdidas islas del
atlántico, en las que un zumbado iluminado jamás se fijaría, pero el Jyllands-Posten, el periódico danés que a su pesar
lo desencadenó tampoco era el New York Times precisamente. Tuve miedo, la
situación lo daba.
En mi descargo solo puedo decir que
casi todos lo tuvimos. Nadie hizo nada, incluidos aquellos que iban de sobrados
y de irreverentes. Los chicos malos se lo hicieron encima. Hay que entenderlos,
somos humanos, tenemos familia y esas cosas ¡Y que coño, solo dibujamos,
joer! Incluso algunos imbéciles los
justificaron. Incluso algún tonto del culo patrio salió en Turquía a pedir
respeto por las creencias ajenas y blabliblu… por primera vez en su vida. Solo
unos pocos, muy pocos ¡A nivel mundial! Dieron el paso.
Especialmente Charlie Hebdo.
Aquellos días pasaron como si tal
cosa. No nos dimos cuenta de algo importantísimo, de una tragedia en la que
curiosamente no reparamos. Habían ganado. Un triunfo total, sin precedentes.
Se nos había prohibido expresarnos
y cumplíamos la prohibición. Se nos había ordenado no dibujar algo y asumíamos
la orden. A nivel mundial. No de forma puntual, si no indefinida. Todos.
O casi.
Nunca me había pasado algo así.
Esta prohibición no venía de algún artículo de nuestra refrendada Constitución,
de nuestra legislación promulgada en las Cortes, en un país democrático (vale,
los peros y todo eso, pero entendámonos…). Venía de lejos y no se apoyaba en
razón alguna sino en el terror. Terror a nivel global.
Lo dejamos pasar porque dibujar al
profeta realmente no ocupa por lo general las prioridades del ciudadano
medio, se puede vivir perfectamente sin
hacerlo, algo así solo afecta a muy poca gente, y estos pueden dibujar otras
muchas cosas. Y además no tocan las narices a terceros. Sobre todo si los
terceros ponen unas bombas que flipas.
Quién me conoce sabe que tengo a
gala no hacer este tipo de sátira, porque tocas probablemente los sentimientos
más íntimos de una persona y porque jamás me he planteado una viñeta como un
arma. Herir por herir, reírme del cabreo que te he provocado para reírme de tu
cabreo…. Bueno, a veces sí. Pero poco.
Lo hagamos o no, eso lo tenemos
prohibido y lo sabemos. Cumplimos la orden. Eso es lo grave.
No sabemos que prohibirán mañana.
Contenidos en televisión, actos públicos, películas… Porque si no, nos matarán.
Ese es el argumento. No importa el tiempo que pase o donde estés, te matarán.
Nos jugamos la Civilización.
Es la razón, la libertad y los
derechos humanos contra el infierno. Así de claro. Es una guerra. Una guerra
que no queremos ver.
Y las doce personas que murieron
ayer por la libertad, los de Charlie Hebdo, son nuestros Héroes.
No hay que olvidarlos.
Y al combate
jueves, 1 de enero de 2015
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